Excepto por el color naranja de tus manos
todo en ti tenía humor de golondrinas negras,tus fuegos,
esas brasas en las que se recalienta
el pan de la mañana
cerraban las persianas del día
para abstraer las hojas secas
y dejar correr un río almidonado
con sueños.
Éramos dos mundos perdidos
buscando encontrarse en un terraplén
para hundir sus querencias.
La urgencia del reloj dominando
al cien pies que correteaba
para alcanzarte en una esquina.
El fango traspasado de puntillas
una y otra vez
en un recurrir constante
por alcanzar la gloria de Afrodita.
Qué le ha pasado ahora a tu voz
que se oye tan lejana en la garganta
del viento.